sábado, 9 de abril de 2016

Encuentra lo que amas... y deja que te sane.



Pensaba escribir unas cortas líneas a manera de desahogo pero principalmente para compartir con ustedes los recientes acontecimientos y aprendizajes que he comenzado. Aunque no sea muy activa aquí siempre leo lo que escriben y sé que ustedes son como yo, y yo soy como todas ustedes. Hace unos días mi esposo me pidió el divorcio, no es la primera vez que lo hace, pero si la primera en que realmente eso se volvió un motivo para reencontrarme conmigo misma. Cuando lo hizo antes, hace casi dos años, yo permanecí en cama, destrozada por la idea, anhelando que volviera y rogando a través de todos los medios que volviera, él me respondía de una manera horrible, de una manera en que jamás deberías hablarle a la persona que amas, sin embargo somos humanos y a veces las emociones son más intrépidas y escurridizas que los sentimientos. Pase los días posteriores sufriendo y llorando con dolor y rabia, hasta que el ego y el orgullo me construyeron una pared que me permitieron levantarme, entonces volví a la universidad y pude proseguir con mi vida, ¿pero saben cuál fue el error? que no había sanado, que no había aprendido nada, únicamente deje que mi egoísmo me salvara una vez más.

Semanas más tarde él volvió a casa y yo lo recibí creyendo que el amor siempre vuelve a su origen. A lo largo de los meses nos acoplamos de nuevo, hicimos un gran viaje a Mérida y construimos nuevos sueños, pero las cosas no iban a durar mucho tiempo, eso debimos saberlo, porque cuando nos separamos, ninguno de los dos emprendió el verdadero viaje que significa ser destruido. Yo no soy una víctima, yo con el carácter desagradable y hostil, él indiferente y huyente, ¿qué tanto podíamos lograr? Hace un año, fue el peor año de mi vida, murió mi abuela, y perdí un bebé. Fue cuando las presiones que se me presentaban me superaron pero no me rendí, rape mi cabeza y sonreí, porque la muerte es tan parte de la vida que luchar contra ella es un cansancio irremediable y el desperdicio más grande que pueda existir. No me daba cuenta que estaba creciendo sin embargo la manera de externar mis sentimientos seguía siendo errónea, de nuevo esas intrépidas emociones carcomían las cosas buenas que pasaban en mi interior y que al llegar afuera no eran más que destrucción.

Ahora que se ha marchado de nuevo las cosas son diferentes, he llorado, sí, pero no con dolor y rabia, es un llanto diferente, para poder explicarlo tomare de ejemplo cuando tomas un baño presionada porque se te hace tarde para ir al trabajo, es algo rápido y algunas veces molesto, así fue mi primer llanto. El de ahora es como estar de vacaciones, estar sola en casa y desnudarte despacio, sentir la textura de la toalla, abrir la llave y dejar que el baño se llene de vapor, entrar en el agua cerrando los ojos y relajarte mientras las gotas calientes se te resbalan por la piel, no importa el tiempo que tardes, porque no importa tardarte, dejas que el agua caiga sabiendo que te va a limpiar sin que uses jabón ni una esponja. Y cuando sales, parece que hubieras ido al cielo y regresado con el alma entera. Ahora duele, sí, duele muchísimo, pero puedo sentarme a reflexionar, a analizar las cosas que iban mal, y cuando lo pienso profundamente me doy cuenta de que me estaba minimizando en aquella relación, pienso en los detalles que no existían, en las conductas negativas que me dejaban de lado, en todo el amor que me negaba, y como consecuencia me hacían una terrible mujer, porque siempre esperaba que llegaran esas cosas y al no hacerlas me enfadaba. Nos volvíamos un círculo mal hecho que se convertía en ciclo y nos íbamos destruyendo cada vez más.

Hoy estoy aprendiendo, siento como si estuviera en ese viaje que tuve que haber hecho al principio, en el que te buscas a ti misma sin saber que lo haces en un principio, en el que regresas en tu vida y te das cuenta que vas arrastrando los temores de todas las situaciones y en conjunto eres esa cosa que se ve en el espejo, quizá ojerosa, quizá malhumorada. Cuando te das cuenta que dejaste que todo eso te influyera puedes verte realmente bajo una capa enorme de contaminación y suciedad, esa no eres tú ¿por qué cargas con ello? Esta vez no me quede en cama, no recogí sus cosas y las puse en una bolsa, no lloré llamándole a todos mis amigos. No, me senté a pensar, me senté a imaginar nuevos proyectos, me senté sabiendo que esta vez iba en serio, que era mi oportunidad de limpiarme todo lo malo que anduve cargando. Quizá mientras él enfrenta el duelo saliendo a emborracharse, conociendo otras personas y divagando en el libertinaje, yo tuve la idea de intentarlo también, pero supe que eso no era lo correcto, porque pasaría nuevamente lo que sucedió en el primero, no, esta vez no era la respuesta el alcohol ni los llantos a media noche, esta vez tenía que dejar que toda la luz que estaba afuera me iluminara para poder ser una nueva persona, porque eso significa ser destruido, cambiar todo lo que eres, todo. Y entonces hasta levantarte por una taza de café o un cigarro como es tu rutina, se vuelve un ritual que te calma, una experiencia y no una repetición. ¿Lo has sentido? Que las lágrimas que salen de tus ojos no son completamente de dolor, sino de resurrección y entonces… puedes comenzar a sanarte.

domingo, 7 de febrero de 2016

Lost Lenore


Siempre creí que llegaría el caballero a salvarme de la torre en que me había recluido. Pero no entendía que yo no era la princesa, a veces era la bruja o era el dragón pero nunca la doncella. ¿Cómo podía alguien salvarme de lo que con tanto recelo resguardaba? Me salvaba la música o las letras pero nunca el varón, aún seguía yo creyendo que así no era, amaba con  locura y esa misma locura era lo que marcaba la separación.
Cuando las manos rotas no pudieron tocar más, escribieron hasta que se cansaron, pero hasta ellas llegaron al límite y entonces no pude pensar más...
Llegaron entonces las noches de insomnio y con ellas la destrucción celular, había muchas formas de poder evitarlo sin embargo ninguna elegí yo.
Me daban en noches como esta las tres de la mañana, y apostaba sola en un rincón; no habrá nada que pueda salvarte porque solo buscas la destrucción.

Amor es esa cosa que si no sueltas te apresa, amor es esa cosa peligrosa que si no sabes sentir te condena...


sábado, 6 de febrero de 2016

Quizá me gusta coleccionar muñecas porque yo misma me siento como una. La cual guardas en su linda casita, la cual espera hasta que te den ganas de jugar. Soy mi propia muñeca a la cual me gusta disfrazar, soy mi propia muñeca a la que me gusta torturar.


viernes, 3 de julio de 2015

Un marilyn Manson de hace dos decadas.

Un Marilyn Manson de hace 24 años. Corría 1990, el mundo pop estaba bastante estimulado de una gran gama de canciones que probablemente conozcas, pero que no sepas quién es el cantante. Por ejemplo Right Said Fred con I'm Too Sexy, canción que siguió escuchándose durante toda la década. Sonidos movidos que daban a aquellos años un esplendor de fiesta a cada momento, y quién no reconocería aquella canción de UB40: Can't Help Falling In Love. Igualmente veíamos el nacimiento de Radiohead, Pearl Jam, the verve y el gran placebo. Los 90´s fueron el dulce baile de graduación de la vida musical del planeta, dulce, frágil, animado, revolucionario. ¿Pero qué pasaba con los marginados? Metallica, Black Sabbath, nirvana, White zombie, entre otros. Y claro, ese “otro” incluye a Marilyn Manson, el representante ingrato de los malestares mentales, ruidoso, engreído, perturbado, encantado de hacer que el mundo rosa volteara la mirada, se prestó como el blanco favorito de la prensa. Siempre en los focos, “ha dado un concierto montado en un cerdo, se ha vestido de mujer, el nuevo video está lleno de…” Siempre atareado entre una masa de jóvenes que se sentían identificados, presas de la discriminación de un mundo aún más cerrado.
Apenas era una minoría la que tenía un aspecto diferente, los que escuchaban música estruendosa y agresiva, aquellos a los que los dedos señalaban, eran los principales benefactores de un Marilyn Manson que presentaba lunchbox, los principios de la elevación magistral. Era curioso que una persona con un aspecto desaliñado, andrógino y “diabólico” por decir algunas cosas, estuviera liberando sus viejos demonios y animando a las nuevas víctimas del acoso a levantarse, dejando que el rock se volviera su válvula perfecta. Los coros se elevaban y cumplían su sueño:
“Quiero crecer, quiero ser una gran estrella del rock and roll”


jueves, 12 de julio de 2012

Orgasmo mortal.

Se recomienda el uso de esta lectura acompañado de la siguiente melodía
 
Sólo la obscuridad, sólo el aroma a rosas, sólo el fuego que se iba encendiendo, sólo no había nada y lo había todo. Estaba ella de pie en el espejo observando su sonrisa sin forma, el vestido rojo le ceñía el cuerpo de manera peligrosa, sonreía al tocarse, sonreía al sentir la humedad en sus piernas. Las drogas del sexo la estaban envolviendo, estaba cerca de la muerte, los sonidos comenzaron a atraparla, cada nota musical le ofrecía una caricia, convirtiéndola al fin, en la amante perfecta.
Basto un giro para no estar sola, ahora había velas que adornaban su oscuridad, ardiendo como ardía ella, una cama repleta de pétalos de rosa le hacía señas “recuéstate aquí, desnúdate en mi”, tenía cortinas que cubrían su interior, tan negras como las sabanas, tan suaves. Los murciélagos del techo se quedaban quietos, le recordaban el móvil de un bebé, eso era, estaba bajo un móvil de terror con un sonido sexual que la hacía explotar. También estaba su hombre, aquel que no tenía rostro, el alma se le había salido del cuerpo; la abrazo por la cintura y enseguida los dos quedaron contagiados muy graves, de lujuria.
La habitación horror era el lugar perfecto, tenía el tono exacto de un erotismo sangriento, comenzaron a danzar en medio del olor a violeta, su vestido ahora estaba roto y las manos de él le acariciaban los pezones sin detenerse, aquel era el baile de la muerte. Él la arrojo a la cama y ella se recostó dejándose llevar por la sensualidad del ambiente, levantando las piernas como una gran diva. La deseaba, pero deseaba más observarla desnuda acariciándose,  las manos de la joven se convirtieron en arañas que buscaban hambrientas una zona erógena, toda ella lo era. Y las arañas le acariciaron los pechos y el abdomen, se hundieron bajo su vientre, entre sus piernas y presionaron el botón del orgasmo.
Ella gimió a la vez que se hacia el amor, retorciéndose como una serpiente, eso era, ya no más arañas, ahora era una serpiente deseosa de ser acariciada, él perdido por la visión  acariciaba su pene mientras su amante seguía vuelta serpiente retorciéndose, gozando con sus dedos, no le importaba que aquella ya no se viera como una mujer, era igual de excitante. Cuando llego al tercer orgasmo se puso de pie, de nuevo tenía piernas y manos que sujetaron el pene palpitante y se lo llevaron a la boca, lo saboreo como si fuera una paleta de heroína, paso su lengua desde la base, lamiendo sus testículos e igual, de pronto le daba el placer de guardarlos en sus labios, él sintió el semen recorrer su camino, ella logro exorcizarlo, lo purifico depositándolo en su lengua para luego tragarlo como se tragaría una hostia. Estaba limpio, y le ofrecía las llaves del infierno.
Comenzaron a bailar, tres dedos masculinos se hundían en ella, los fluidos le corrían como la sangre en las venas dejando un rastro fácil de seguir, una amigable casería donde ambos eran presas que se perforaban para ser cazadores. Él volvía a estar erecto y la joven lo recibió en su cálida caverna. Acaricio sus testículos mientras la fornicaba desde atrás, no se había dado cuenta lo mucho que le gustaba. El tiempo se detuvo y corrió a la máxima velocidad, estaban en otra dimensión, sus cuerpos se movían de forma incoherente, un pene entraba, estaba sentado, recostado y de pie, le hacia el amor de todas las formas posibles en la misma penetración.
Los pétalos de rosa no eran ternura, era fuego, eran sangre sobre las sabanas negras, sangre que se les había escapado y no lo notaban, ellos rodaban como gatos, gimiendo como panteras, eyaculo cien mil veces, y todas ellas fueron bienvenidas, su cuerpo estaba lleno de semen y ella se lo quitaba a lamidas como una gatita que limpia su pelaje, su corazón latía de prisa; él decidió tomarla por última vez.  Le cubrió los pezones con pétalos de rosa y estos se fundieron con su cuerpo, ella rasguñaba las sabanas, desesperada por tanto gozo, gritaba y se sacudía disfrutando del pene de su amante que era tan tibio. Los dedos de él estaban cortados de tanto tocarla y sangraban bañándola, dibujando sobre ella un nuevo y liquido vestido rojo. Ella le lamio los dedos, los lamio todos al mismo tiempo, y uno por uno se aferró a él gritándole que se iba, su último orgasmo llegaba, y en un grito, su alucinación termino.
Estaba sobre su cama, no había pétalos, sólo estaba ahí tirada escuchando música con las venas llenas de heroína, no se había movido ni un milímetro y había conseguido el mejor orgasmo de su vida, la pasión la llamaba para penetrarla de nuevo, apenas pudo moverse, se arrastraba desesperada por ser eyaculada una vez más, no tenía la precisión para usar su liga, se enterró la aguja en el cuello dejando pasar todo el veneno, no tardó mucho en transformar la habitación, se llenaba de velas, la cama volvía, sonrió cuando su amante le toco los pechos y le recargo el pene en su espalda , sonrió de nuevo cuando llego el desprendimiento de su cuerpo y su alma, nunca más se pasaría el efecto de sus drogas, se había quedado ahí, muerta en la cama con los audífonos puestos y una jeringa enterrada en el cuello, estaba condenada a coger sin cansancio eternamente en su oscura habitación llena de velas y rosas, rodando en una cama con un pene que le divertía muchísimo, era la muerte su castigo perfecto.









jueves, 10 de mayo de 2012

La noche que me volvi infiel.




La noche
Que me volví
Infiel
Cuidado con lo que prometes.








Nancy Castañeda Torres


Kaleb  esperaba recostado en la cama sin ninguna prisa como siempre, risueño y juguetón, mientras me miraba  pasear por la habitación con nerviosismo, quería entender por qué él podía mantener esa serenidad cuando yo estaba siendo brutalmente asesinada por la ansiedad. No había parado de temblar desde el momento en que la puerta se cerro, la puerta de ese lugar al que odio nombrar, es vulgar, sucio, de lo peor, y sin embargo, ahí estábamos compartiendo nuestras vidas una vez más.
Esta noche la había imaginado de mil maneras, aunque en ninguna de ella me moviera más de dos pasos, no podía recrear en mi mente semejante felicidad. Ahora el día había llegado y salir corriendo me haría quedar como una niña asustada. No, ya no podía ser la cobarde que escapa aterrorizada.  Eso me trajo recuerdos, muchos de ellos muy viejos, irónicamente de cuando era niña y Kaleb, mi vecino era mi mejor amigo. Me puse a recordar las cosas buenas por las que estaba ahí, y de golpe vinieron a mi mente cientos de imágenes. Mi cabeza era una computadora programada para mostrar las diapositivas de manera cronológica.  Kaleb de diez años, yo de seis. Mi vecino, mi mejor amigo, éramos un par de niños sombríos y solitarios, la clase de personas que consideran “radicales”, la clase de niños que reciben ofensas, los raros. Para mi suerte mis primeros dos años de primaria el estuvo ahí, vigilándome, al acecho de cualquiera que se acercará con malas intenciones. Nadie se metería conmigo mientras Kaleb, el niño más grande y cruel de la escuela fuera mi mejor amigo.
Lo triste fue cuando él se graduó, apenas me estaba haciendo a la idea, haciendo planes de supervivencia en aquella gran escuela cuando mi madre anuncio que nos mudaríamos en sólo tres semanas. Genial una escuela nueva, sin amigos, ni enemigos, no estaba nada mal eso, el problema era que estaba sin un mejor amigo. Kaleb paso cada noche de esa larga espera  durmiendo en mi cama sin que nadie se diera cuenta. Las casas estaban tan juntas que de la manera más fácil podía entrar y salir. El destino entero estaba de nuestro lado, ¿Qué podía salir mal? Para esas fechas yo ya tenía ocho años  y él doce, suficientes para saber del placer y la atracción. Estaba dejando de ser mi mejor amigo, para poder ser el amor de mi vida. Aunque claro había mucha competencia: mencionaba algunas chicas, y muchas citas, mientras yo le rogaba que me eligiera a mí.
-solo tienes ocho años Marian
-pero voy a crecer, seré como ellas y podremos casarnos.
-no sirve, eres una niña, lo que deseo no me lo puedes dar ahora, mejor vete a jugar con tus muñecas- me decía en tono irónico.
Aquella fue la última noche antes de mudarnos, y la primera con mis nuevas metas, mi sueño a partir de es golpe tan profano fue crecer, volverme mujer, maquillarme y usar tacones, tener unas apetitosas caderas y unos redondos y suaves pechos, añoraba dejar la infancia y ser una mujer sensual y bella. Cuanto pueden cambiar nuestros sueños entorno a un hombre, que tontas e ilusas  podemos ser. La casa que dejamos no fue vendida, mis padres quisieron ocuparla como una casa de campo, la visitaban con frecuencia, yo decidí no volver, no hasta ser una mujer, no hasta tener un físico diferente, no hasta que llegará la posibilidad de que Kaleb se enamorara de mi. Soñaba de forma constante ser esa figura perfecta que todo hombre deseara mientras yo paseaba de la mano con el hombre que amaba.
Según me decían, él preguntaba por mí muy a menudo, pero yo no conteste ningún saludo, ninguna llamada, ningún recado, ni atendí ninguna de sus visitas semestrales. Tenía una promesa, y no la iba a romper, estaba decidida a cambiar por completo así que nada ni nadie podrían moverme de mi lugar, mi espíritu no se doblegaría. A los once años aún seguía con el ridículo cuerpo de una niña,  lo único que crecía era mi intolerancia hacia el tema. Tanto era mi sufrimiento  que usaba un sostén especial que me hacia lucir “mas grande” mi madre lo noto, yo no excuse nada, ella debía comprenderme, todas las mujeres somos amigas, todas nos apoyamos y todas sabemos que haríamos cualquier cosa por amor. Cualquiera.
Sólo un año más y el cambio llego, mi cuerpo se convirtió en un verdadero templo. Unas piernas largas y hermosas, una cintura pequeñita que formaba una bomba sexual con mis enormes caderas, y aquel par de péndulos llamados pechos que hipnotizaban con facilidad a cualquiera. Era demasiado grande para mi edad, y más que perfecta para mi plan. Así que aquel año, la promesa se anularía, regresaría a mi antigua casa y Kaleb seria mio estaba tan excitada con la de ida de pertenecerle que ignore mis verdaderos deseos, es como si toda mi vida hubiera sido un robot, o una de esas mujeres musulmanas que nacen para casarse y mueren por hacer feliz a su marido.
-nena, tranquilízate ¿en qué piensas?
Su voz me rompió en mil pedazos por unos instantes había olvidado que estaba en… ese lugar, con él, a solas ¿Qué podría?… no ¿qué debería decirle? ¿Debía confesarle que mis traumas se debían a sus antiguos deseos? ¿Debía decirle la verdad? Como tomaría el hecho de que crecí sin ningún toque de inocencia y todo lo que era estaba planeado solo por su aliento, sus besos y sus caricias. ¿Seria capaz de comprenderme?
-nada importante, ¿qué debería pensar? Se supone que hoy fulminaremos por fin lo que comenzó hace tanto ¿no?
No podía decirle todo lo que sentía, todo el coraje que había aguantado en mi cuerpo durante tanto tiempo, debía estar a su altura y fingir que no me importaba. Conservar la actitud arrogante, verlo hacia abajo, tal como él hacia conmigo, pero pensar en cosas tan devastadoras hacia que pequeñas arrugas se formaran en mi frente, yo no podía arrugarme, yo era la diosa de la juventud, si Kaleb notaba esos errores en mi piel seria capaz de dejarme por una conquista más joven, y eso era otra cosa que tampoco podía cambiar, podía adelantar mi crecimiento, esperar a ser una mujer, pero no podía volver a ser una adolecente, eso rompería mi corazón, respire hondo tratando de calmarme, mi cutis me lo agradecería.
-¿y qué le has dicho a tu esposo?
“Esposo” de nuevo un término difícil, suficientes eran mis nervios respecto a las expectativas que tuviera sobre mi, como para añadirle a todo eso la palabra “esposo”. Quien por cierto estaba en casa viendo televisión, como cada  terrible jueves.
-nada, no tengo nada que decirle nada, es mi vida, además estamos pasando un momento difícil.
Claro que era difícil, él jamás pensaba en mí, después de 4 años de matrimonio yo era como un dulce echado a perder, en lugar de endulzarlo comencé a empalagarlo y por acto final fui un molesto producto lleno de gusanos, portador de larvas, rodeado de moscas. Creía que el amor podía salvarlo todo, podía echar el mundo a rodar, pero mi matrimonio era la prueba viviente de que el amor muchas veces solo es algo pasajero como el viento, mueve cosas pero a veces sólo las deja fuera de lugar.
Caí en la molesta trampa en la que yo había hecho caer a cientos de hombres, y de forma estúpida me enamoré. Yo, la que en la juventud había sido una escultural diosa caí rendida ante un idiota misógino, quién lo hubiera imaginado. Estaba en la cumbre de mi estupidez alcanzando límites que no conocía, sin embargo mi avance era negativo tal como en el algebra, mientras más experiencia adquiría más cuenta me daba de las trampas de la existencia, estaba al borde de la locura. Ya no había tiempo de arrepentirme estaba ya grandecita para decidir por el hombre que tomaría por esposo, y el “amor” me guiaba, no podía estar equivocada.
-déjalo, sepárate de él.
¿Separarme? ¿A los 4 años? Mis vecinos, amigas y familiares se burlarían por meses, seria la comidilla de todos, separarme ahora era una idea imposible, debería aguantar al menos nueve años como término medio, algo decente para cualquier matrimonio, o ex matrimonio. Imagínenme a mi, la mujer perfecta, divorcia antes de tener un hijo siquiera, ese era uno de los peores pecados para mi santa cabeza, imperdonable, no, no podía hacer eso. Debía mantener mi matrimonio en alto al menos bajo la vista de los conocidos.
-no puedo dejarlo Kaleb, aún no estamos tan mal.
Él me miro con esos ojos de niño, con un aura de amor y ternura, eso deshizo por completo mi nostalgia, inyectándome directo al corazón todo su dolor, inflamando mi ego, había esperado tanto por verlo sufrir, y no sufrir por cualquier cosa, si no específicamente por mí, cualquier otro dolor que él sintiera me lastimaba de igual forma, ha de ser algo del amor, como el día que su hermana falleció, llore con él sin estar ahí.  Pero hoy, todo era diferente, estábamos ahí… en ese lugar, listos para fornicar por primera vez tal y como lo había soñado toda mi vida, él sufriendo por mí, enamorado, devastado por mi indiferencia, el mismo dolor que sentí yo, cuando me rechazo a los ocho años. En esta vida todo se paga y después de tanto, le tocaba a él estar abajo, la rueda había girado, por fin era yo la reina, por fin se había doblado ante mí y yo me sentía como el más hermoso pavorreal.
-¿recuerdas cuando te confundí con la nueva novia de tu padre?- apenas podía hablar, la risa le ahogaba la garganta, esa risa amarga que nunca saldrá de mi cabeza –fue muy gracioso.
-como olvidarlo- suspire fastidiada
Aquello paso cuando estuve lista para verlo. Cuando mi físico reflejaba a una mujer bien dotada, mi madre había muerto dos años antes, pero claro las cadenas de Kaleb no me habían permitido sufrir por ello, mi único objetivo era crecer, mi único interés era volverme una mujer y casarme con él, eso era todo mi mundo, en eso se había transformado mi infancia, en el vacio del alma y el superficial físico. Las vacaciones en las que yo cumplía trece años decidí acompañar de manera sorpresiva a mi padre, volver a nuestra antigua casa, se sorprendió pero no entendió nada, tampoco preguntaba, estaba acostumbrado a mi enfermizo silencio que el suponía era un trastorno psicológico por la ausencia de mamá, de forma lógica le dolía hablar del tema, al menos así me dejaba en paz pero nunca faltaba alguna razón para cuestionarme, se le hacía tan extraño que no me interesara ningún chico, siendo yo tan guapa y no tener novio, tampoco había amigos con los cuales hablara horas o saliera al cine, él nunca fue capaz de entenderlo, ¿por qué habría de salir yo con alguien más si tenía a mi eterno enamorado? Era algo tan fácil a la vista, pero bueno, no siempre las personas tienen esa oportunidad de amar tan profunda como ame yo, y como me amó Kaleb.
Cuando llegamos a la casa papá me sugirió visitar a Kaleb, le dije que no, por primera vez insistió.
-ese muchacho no ha hecho otra cosa que preguntar por ti, y tú como una muchacha malcriada jamás te dignaste a responderle por ningún medio, anda no seas descortés y ve a saludarle.
- se dará la oportunidad pronto papá, estaremos aquí un mes, ya veras, ¿que no sabes que la paciencia es recompensada?
El teléfono timbro, al segundo chirrido papá levanto la bocina.
-¡hola! Si claro, sí, ahí estaremos, ¿Cómo? No, no vengo solo
Me miro y con los ojos formulo una pregunta, con los labios le dije
-no, ¡sorpresa!- él lo entendió.
-ya les presentaré a alguien, sí, es linda- me guiño el ojo- a las ocho entonces, seremos puntuales.
-¿lo ves papá? Ahí está la oportunidad
-sí, me alegra, esa familia siempre tan amable, pero vaya, ¡no te van a reconocer!
-lo sé, llevemos esto al punto cumbre, no les digas nada, en la cena yo lo haré, les alegrara mucho.
-es cierto, ahora me arrepiento de ser tu fiel esclavo, debí mostrarles al menos una fotografía tuya, siempre me la pedían.
-ya verás porque papá, ya verás.
Iba decidida, esa noche nos volveríamos novios, ya tenía todo lo que Kaleb pedía y necesitaba. Estaba lista para tener sexo con él, era eso lo que necesitaba ¿no? Ahora podría llenar su corazón y su cuerpo, no había manera de que no fuera mio. El plan seguiría, volveríamos a habitar esa casa, saldría con él todos los días, y cuando fuéramos mayores de edad, nos casaríamos en una hermosa ceremonia de la cual ya tenia todos los detalles, el vestido, el jardín, cien invitados, decoración en tonos lavanda y un enorme pastel de chocolate de tres pisos. Eso es lo que debe hacer una mujer de su vida, anticiparse a todo lo que pueda venir, sobre todo relacionado con el matrimonio, para eso nacimos. Bueno, quizá no tanto para eso, pero creo que es fundamental en la vida de cualquier chica, la planificación nupcial.
Ángel abrió la puerta, el padre de Kaleb, seguía viéndose como siempre, era exactamente igual a lo que yo recordaba, con apenas unas canas en la barba, claro, tampoco era tan perfecto. Saludamos, mi padre no dijo nada, él nunca me desobedecía, Ángel tan discreto como siempre tampoco abrió la boca. La hora de las presentaciones llegaría después, todos eran bastante modestos y educados como para preguntar “¿y ella quién es?”, todo pasaría en el momento debido. Eso si no se comportaban demasiado bien y en ningún momento preguntaban por mi, quizá entonces brincaría sobre la mesa y les diría la verdad sumándole que estaba perdida de amor por su querido hijo.
En la mesa ya sutil y  perfectamente preparada estaba Marina, su esposa, acompañada de seis platos servidos, Kaleb aun no bajaba, repase mentalmente cuantos éramos, no debería haber una sexta silla, a menos que Kaleb llevara a una amiga, o peor aún, ¡a su novia!, no imposible, no lo aceptaría, no podría soportarlo, quizá le rasgaría el vestido y le tiraría de los cabellos, o saldría de ahí sin decir ni una palabra, por el lado razonable, papá un comunicador de primera no había mencionado nada de las “novias” de Kaleb, estaba en un limbo de sufrimiento que no calmaría hasta saber de quien se trataba, de algo estaba segura, no podría resistir las lágrimas. Así que encerrada en mí desesperación me dispuse a esperar las noticias, fueran buenas o malas.
De pronto, sucedió, venia el bajando las escaleras, más apuesto de lo que podía recordar e imaginar, vestía un pantalón negro de gala y una camisa blanca sin abrochar por completo, el cabello de un largo perfecto, rozando los límites de su rostro, miró para saludar, esos ojos claros y tristes, todos los demás decían que daban miedo, estaban llenos de odio, yo sólo veía ternura reprimida y mucho dolor, seguro había sufrido mucho desde la partida de su hermana, quise correr, abrazarlo y besarle los ojos para que no llorará mas, entonces… llegó
-buenas noches
Sus labios delgados pero rojos articularon el saludo, su voz se agravo, claro, él también se estaba volviendo hombre, de nuevo tuve ganas de besarlo al extenderle mi mano, me contuve, aun no le dije nada, seguía enfadada por lo de su novia. Debía mantenerme rígida, claro, tenía una postura que defender.
Suspire aliviada, toda la ira salió de mi cuerpo cuando Marina hizo la oración, y no particularmente por que yo fuera religiosa, si no por la respuesta que esta me dio, la respuesta al sexto plato que se mantuvo desocupado, se trataba de una ofrenda especial para Tania, la hermana de Kaleb que falleció cuando yo tenía nueve años, ni siquiera eso me hizo volver, mande condolencias con mi padre, si es que eso se puede hacer, me dolió no asistir, pero de ninguna manera hubiera roto mi promesa de volver hasta ser una mujer, mi pretexto fue simple, Tania tenia la misma edad que yo, no podía ver yo ahí, tumbada en una caja de madera a mi mejor amiga.
Kaleb parecía de malhumor, su madre le hacía señas discretas que obviamente yo detecte, no me miraba, sólo al principio, una pequeña hojeada pero al parecer no fui la gran cosa para él, por una parte me parecía estupendo, no era de los que se fijaran en cualquiera, pero tratándose de mi ya veríamos si seguía así.  Ángel para romper el hielo hizo un comentario sobre mi justo cuando iba a probar su primer bocado, pensando que si papá se enfadaba él podría fingir masticar y pensar en algo para compensar su error.
-Cada vez te las consigues más jóvenes ¿no Toño?
Papá se rio, a mí se me atoro la bebida y casi sale por mi nariz.
-Ángel por dios, no sería capaz, tiene 13 años, ¿Qué no la reconoces? ¿No la reconoce nadie? ¡Es Marian!
Los ojos de Kaleb se abrieron al máximo soltó los cubiertos y se levanto efusivo.
-¿¡Marian!?
-¿Por qué tan sorprendido Kaleb?
¡Bingo! Una entrada triunfal. Todo mundo interrumpió la cena para darme un empalagoso abrazo, Kaleb lo hizo con ternura y gusto, me alegro de verdad notar que aun me quería. Cuando por fin el terremoto de abrazos paro y nos volvimos a sentar, él fue el primero en hablar.
-No puedo creerlo, ¡por fin volviste!
-no exageres, no fue tanto tiempo
-¿no? Fueron más de cuatro años ¿qué has hecho en todo este tiempo?
-nada raro, la escuela, el piano
-¿nada raro?- interrumpió papá- es una cerebrito, cada año gano un diploma al mejor estudiante, medallas de honor, todo eso.
-¡por favor papá!
-¿que? ¡Es verdad!
Mis ojos fulminantes hicieron que volviera a su plato, esa noche paso casi todo lo que deseaba que pasara. Kaleb me llevaba de la mano a su alcoba, alcance a escuchar los cuchicheos de nuestros padres diciendo que éramos como hermanos.
-relación incestuosa- murmuré
-¿mmm? ¿Dijiste algo?
-nada, nada
-me da gusto que estés aquí, me gusta verte, estas muy guapa.

-“estas muy guapa” me dijiste aquel día
-¿qué día?
-cuando volví a mi vieja casa, después de la cena
-claro, no esperaba verte así, tan crecida, tenias sólo trece años, creí que siempre tendrías cuerpo de niño
Su comentario pudo haber sido gracioso en cualquier otra ocasión, en cualquier otra persona, menos conmigo, era hiriente, no debía juzgarme.
-¿éste es el cuerpo de un niño?
Le dije al momento que desabrochaba mi vestido, iba preparada para ese día, claro, mi físico lucia diferente desde la última vez que nos vimos, muy diferente, ahora tenía yo 24 años, la noche que volví él tenía diecisiete años, la edad de la revolución sexual. Ahora era diferente, ya éramos adultos, él me miro excitado y yo camine seductora hacia su cuerpo, pero mi mente revoloteaba de regreso a mis trece años, la noche del reencuentro.
Él, en un intento de mostrarme su vida de una manera tangible saco sus colecciones empolvadas, su ropa, sus dibujos y muchas fotografías, con sus amigos, con sus familiares, con chicas, muchas chicas, una diferente en cada fotografía, alrededor de unas veinte vi en todo el álbum que me mostro, esa vez no sentí celos, cuando hay seguridad no puede haberlos ¿o sí? Y yo veía con claridad que siendo aun una “niña” era más guapa que todas ellas juntas.
Comenzaba a aburrirme, no, aburrirme no es la palabra adecuada, yo no podría pensar en esa palabra cuando estaba con Kaleb, sólo comenzaba a incomodarme su plática. Como si pudiera leer mis pensamientos cambio su actitud de niño con su mejor amiga a la de un hombre al acecho, se desabrocho un botón más de la camisa, se sentó de forma diferente, reviso su peinado y retoco su loción. Sentía yo un cierto nerviosismo, jamás había estado con un hombre en ningún aspecto ni contaba con una amiga que me contara sus experiencias, había visto cientos de películas, pero no se acercaba ni un poco a lo que estábamos viviendo.
Cuando me advirtió que me robaría un beso creí que me iba a desmayar, lo que me paso fue mucho peor. Se me subió la sangre a la cabeza (literalmente) y mi nariz comenzó a sangrar como grifo. Creí que esas cosas solo pasaban en las caricaturas, como el viejo Roshi en Dragon Ball.
-también recuerdo que te sangro la nariz
Kaleb rio mientras yo besaba su cuerpo, al parecer estábamos recordando los hechos con la misma precisión, estábamos sincronizados no había duda, y eso en ese momento me valía un santo cacahuate, era tan estúpido que se riera mientras me tenia ahí, desnuda, entregándome a él, era un patán para reírse de esa manera.
-ya sabia que provocaba algo fuerte en las mujeres pero no sabia que tanto
Me deje caer rendida a la cama resoplando las groserías que se merecía en forma de aire.
-¿Qué?  No digas que no fue gracioso
-claro que no, había ese momento por mucho tiempo y mi cuerpo me avergonzó, un cuerpo que yo consideraba perfecto
-relájate Marian, eres muy bella, no deberías tomar esa actitud tan negativa y perfeccionista sobre tu cuerpo, es solo físico
Solo físico, solo físico, esas dos palabras rondaron en mi cabeza miles de veces, la forma en que lo decía él, con tanta comprensión, hacia que perdiera todo su valor, entonces mi alter ego me lo recordaba, físico, físico… ¡el físico lo era todo! Todo lo que me interesaba, todo lo que tenía, todo mi sufrimiento, toda mi espera y todas mis ilusiones. Mi cuerpo realmente era todo lo que yo poseía, mi única arma, y no solo mía, creo que todos, solo nos tenemos a nosotros mismos, es la solución a todo, un lugar en el transporte, halagos, atención inmediata y preferencial y sobretodo, mi cuerpo era el poder que yo necesitaba para retener a Kaleb a mi lado.
-no debiste haber dicho eso.
Comencé a vestirme, él se levantó de prisa y me detuvo, sus ojos me decían todo lo contrario a lo que me decía su boca. No fue necesario que insistiera, nos fundimos en un beso largo, solté el vestido y mis zapatillas y me lance sobre su pecho. Pero en mi cabeza seguían los recuerdos.
Después del patético día del reencuentro insistí para regresar a nuestra antigua casa, ser de nuevo la vecina de Kaleb era algo primordial y el segundo paso del plan. Él accedió…con una condición, regresaríamos cuando terminara la secundaria.
Seis meses volaron, volví a casa, salí con Kaleb casi a diario, nuestras unidas familias cenaban juntas dos o tres veces por semana alternando la casa de reunión, cuando nos tocaba ser los anfitriones me ponía a trabajar todo el día, me lucia con unas cenas espectaculares, sus padres siempre me adulaban, Kaleb jamás dijo nada, pero sé que le gustaba, era perfecto, todo lo que yo hiciera lo era.
Por fin a la preparatoria, Kaleb y yo nos besábamos a escondidas pero nada más, no llegábamos a extremos con nuestros cuerpos, él sabia que yo era novata y al parecer lo respetaba. Al mismo tiempo, en la escuela conocí a un chico, realmente me gustaba, era muy apuesto, y yo, claro que lo podía conseguir. Yo podía tener al hombre que me diera en gana. La seguridad de tener en casa y en mis manos a mi mejor amigo/próximo novio, me animo para aceptar salir con el chico nuevo.
La química era perfecta, me encantaba, en la tercera cita introdujo sus dedos en mi, en la cuarta me hizo sexo oral y en la sexta tuvimos sexo, no sentí en ningún momento que traicionara a Kaleb, al contrario, sentía que toda esta experiencia me serviría para atenderlo mejor, para que disfrutara a una mujer completa, y no una niñata tonta.
A los dos meses de mi noviazgo él se enteró, tardo bastante por cierto terminó dándole una golpiza, Javier me llamo esa misma tarde con la voz temblando para terminar conmigo, me dolió, derrame algunas lagrimas, lo que me ayudo a superarlo fue mi ego, se encontraba en un punto máximo, Kaleb sentía celos, estaba perdido por mí, buena noticia, punto a mi favor. Un poco más de una semana paso cuando mi amiguito y yo estábamos en su cuarto, sus dedos resbalaron  dentro de mi pantalón, lo hizo con delicadeza y aunque yo deseara una intensidad mayor, no podía decir nada, él cuidaba cada caricia pensando que era casta,  no podía decirle que ya no era virgen, no ese día.
-aún recuerdo la primera vez que me dejaste meter mis dedos…hasta el fondo
-que gracioso lo mismo recordaba yo- le dije sin mentir, claro- me cuidaste mucho
-sabes que no podría lastimarte de ninguna manera
La ternura retraso aun más el acto, la noche era larga claro, y yo la disfrutaría al máximo, aunque solo estuviéramos ahí, respirándonos en los oídos. En ese lugar sin nombre mi Kaleb y yo ya estábamos jugando sucio, sus dedos me recorrían de norte a sur, su lengua hurgaba en mi boca, el pasado volvió, el destino quería hacernos recordar todo por lo que habíamos pasado para recompensarnos.
Y hablando del pasado, cuando entro en la universidad quedo relativamente cerca del lugar donde yo estudiaba, al salir solíamos vernos bajo un puente, a veces salía yo primero y en ocasiones él, no importaba esperar unos minutos, con tal de vernos un rato, pasear tomados de la mano, abrazarnos y luego de una larga sesión de besos íbamos de regreso a casa. Una noche sólo dejo de ir, él dijo que las clases se habían recorrido, que salía muy tarde, nunca me trague ese cuento, sabia que se trataba de otra chica, ahí fue cuando me di cuenta que a pesar de tener el cuerpo no tenía la edad ni la experiencia, eso era algo que no podría modificar jamás.
La noche de navidad recibí doble puñalada, estaba por cumplir dieciséis. Ángel dijo que su hijo tenía algo importante que decirnos, yo ilusa creí que les confesaría lo nuestro, lo volvería formal, un par de años de novios y luego la esperada boda, sonreí más alegre que nunca, busque el vestido más lindo, maquille mi rostro de forma angelical y fui a su casa, la cena aun no estaba lista, salimos a pasear un rato, ahí comenzó todo, ese fue el comienzo del fin.
-¿notas algo diferente?
-¿Qué cosa Kaleb?
-tú, se trata de ti, estas… diferente
-¿diferente? – Le dije alzando viendo mi reflejo en una ventana- no veo nada diferente
-ya te darás cuenta entonces, o alguien más te lo dirá
No lo hice hablar, ni de eso que estaba “diferente” ni de la sorpresa, ni de nada, entramos a la casa, sentí la misma frialdad que el día de mi regreso, esta vez había siete platos ¿Quién más vendría? Que tonta, no me di cuenta de nada, él se sentó a mi lado como siempre frente al lugar vacio de su hermana y junto al otro lugar fantasma.
-engordaste- me dijo en un susurro
-¿Qué?
-si, subiste de peso, ese vestido no se te ve bien, deberías cuidarte más
-no puede…
Mi cara, reflejo innato de la furia le hizo quedarse callado, busque ese vestido por él, era su color favorito, morado, y él… sólo me dijo que estaba gorda, que ruin, primer puñal clavado directo en mi abdomen deformado. Definitivamente debía hacer ejercicio, y cenar menos, no importa que fuera navidad, una debe cuidarse siempre, sería espantoso que el amor de mi vida volviera a darse cuenta de mis defectos físicos, sobre todo estando tan cerca a cumplir nuestros más grandes sueños.
Ya todo estaba listo, la cena había salido del horno, el vino estaba frio sobre la mesa, los platos en su lugar, no empezábamos por esperar al estúpido invitado, papá me susurro que me veía hermosa, al diablo, que importaba lo que dijera él, o lo que dijera todo el mundo si para Kaleb decía que estaba gorda, entonces era gorda. Sonó el timbre para mi suerte, Marina salto de prisa para atender, se escuchaba todo hasta el comedor.
-Hola Laura, que linda estas hoy
-gracias Marina tú también
¿Laura? ¿Tú? Le hablaba de tú, qué clase de tipa era, su voz era joven, ¿de quién era invitada? Algún familiar, alguna sobrina o amiga de la oficina, que idiota fui, no me di cuenta y me quede ahí para ser crucificada sin ninguna piedad.
-buenas noches
Todos saludaron, sólo se levantó Kaleb
-Hola linda, estás radiante
Y la saludo con un beso, no un beso cualquiera, un beso directo en los labios, un beso que decía mucho, ese beso decía que tenían mucha confianza, sabrá dios cuanto tiempo llevaban saliendo, una bandeja de acido me cayó encima, ya no podía escapar, debía soportarlo, aguantar como si no fuera nada, ella, esa Laura era el alma de la fiesta, sus chistes y buenos deseos me daban nauseas, yo era perfecta, más perfecta que ella y había luchado por eso, y ella usurpadora, sólo llegó y se plantó así como así, maldita garrapata, yo era mejor, la única cosa que la hacia diferente a mi eran sus “veinte años”.
En un descuido corrí al baño, me seque los ojos, todos esos años dejaron de tener valor, en ese momento sólo era una niña desplazada por mujeres. <Tranquila> me decía a mi misma tratando de consolarme, nada vale la pena, NADA. Vomite la cena, me arregle el peinado, me aplique labial y fui directo a la zona de guerra, Salí con otra actitud, como un insaciable demonio, cotilleaba sobre ella, envenenaba comentarios, parecía más fácil, y lo era, todo al menos antes del brindis.
-papá, mamá, amigos, quiero agradecerles su apoyo incondicional, su energía para sacarme adelante, los quiero, y los extrañaré.
Casi se me va una uva por la nariz ¿extrañar? ¿Es que tan pronto se iba a casar? No, no podía ser eso, no debía ser eso, el tiempo se detuvo y me sentí tan idiota esperando su respuesta, él me había traicionado de la peor manera,  había jugado con mi corazón, quise comenzar a llorar, quise tomar un cuchillo y enterrárselo a esa muñequita que me había quitado a mi hombre, pero sólo me quede ahí, con la misma cara de estúpida que todos los demás.
-¿Qué planeas hijo?
Alivio nivel medio, sus padres tampoco sabían nada, al menos el golpe sorpresa seria general como me lo imaginaba.
-me voy a estudiar medicina
Solté una risita
-¿medicina? ¿Y la electrónica?
- me equivoque papá, ahora voy a seguir mi sueño, a mi y a Laura- me rechinaban las orejas cuando la oía nombrar- nos aceptaron en la facultad, me voy por cinco años para estudiar medicina.
-“me voy 5 años para estudiar medicina”
-¿Qué dices Marian?
De golpe soltó mi cuello que besaba sin censura.
-eso me dijiste antes de irte
-¿te dolió que lo hiciera?
¿Qué si me dolió? Me destrozo, me marco para siempre, me dolió mil veces más que su nueva novia Laura, me dolió más que todas sus novias juntas, conté cada día desde que entro a su nueva carrera, lo extrañé, lloraba día y noche, sufrí por él y por su abandono, me llamó algunas veces sólo para saludar o avisar que vendría de visita,  yo me revolcaba como un caracol con sal a causa del sufrimiento emocional que me destruía molécula a molécula. Cuando cumplí dieciocho me mude con a unas amigas,  no soporte quedarme ahí, en ese lugar donde todo había comenzado y nada había sucedido. Ambas casas, eran como una maldición, ahí estaba el recuerdo de las caricias de Kaleb por todo mi cuerpo.
-claro que no, es tu vida, puedes hacer con ella lo que quieras, además no te equivocaste, ahora tú eres un gran médico
-y tú una gran publicista
-lo sé, además el tiempo nos arreglo, nos dio nuestro lugar,
-te casaste…
-tenías novia, una carrera a punto de terminar, no pude esperarte más sin ninguna prueba, sin ninguna ilusión, jamás me diste una esperanza – de pronto me sentí desprotegida- es decir, yo no sabia la seriedad de tus planos, tú siempre andabas tomándome tan a la ligera.
-y además me invitaste – fingió no escucharme.
Eso se lo merecía, claro que si, escogí la semana siguiente a su graduación. A Luis lo conocí en la universidad, a los diecinueve, me enamoré como nunca, claro, lo que sentía por Kaleb no era amor, era más, mucho más. seis meses después nos comprometimos, le pedí a mi padre que lo guardara en secreto, el día que se graduó de la escuela teórica me puse mis mejores ropas, asistí a la fiesta sola, me encontré ahí con papá, llegue con una gran caja dorada y un moño negro, la gente la veía rara, Kaleb sabia que mi color favorito era el negro, le felicite efusiva, deje el regalo en su mesa y me marche mientras se tomaba las fotos de graduación con su… novia, los dos vestidos de blanco, con sus nuevos uniformes de medico, no era la misma de años antes, esta era un espécimen raro de mujer, Kaleb era alto, atlético, muy blanco, ella era de estatura baja, robusta, el cabello lacio abajo del hombro, tonta, ni siquiera lo conocía, él amaba el cabello largo, tan largo como el mío.
-me diste la invitación en una caja de regalo, que malvada,
-era el complemento de mi regalo
-aun guardo esa fotografía, me encanta como te ves
-¿sí? ¿Y el libro?
-todo, lo guarde todo
Ya eran las tres de la mañana y aun no lo hacíamos, el tiempo se nos escapaba en risas y recuerdos, principalmente míos, no podía creer aun que estuviera ahí, desnuda, junto a él. Sobre todo desnuda, hacia mucho tiempo no hacia el amor con mi marido, y quiera o no el tiempo no se detiene, de alguna manera creo que mi cuerpo fue cambiando, madurando, y quizá perdiendo un poco de fuerza en algún lado, al menos no tenia celulitis, eso hubiera sido fatal, horroroso, nunca me lo hubiera perdonado, yo debía ser perfecta y ese tipo de cosas solo aparecían en las mujeres fodongas que no se cuidaban y no tenían un hombre, eso lo había visto ya mucho en algunas vecinas, debía ser cierto.
-sepárate, por favor vámonos tú y yo
-Kaleb, eso no serviría, somos muy diferentes- quise haberle gritado, “si, ¡si! Huyamos – los años nos cambiaron tanto, ya lo has visto.
-tú eres quien mejor me conoce, sabes todo de mi, adivinas como me siento con solo verme
-y tú no me conoces nada, soy caprichosa, superficial, manipuladora, celosa, exijo demasiado
-no olvides enojona…
-sí, eso también
-¿y yo no soy exactamente igual?
-no lo soportarías
Nos quedamos en silencio, de mi bolsa tumbada en el suelo saque un cigarro, hice énfasis en él cuando lo tenia en la boca apunto de prenderlo.
-además odias el cigarro, y yo, sabes que no puedo dejar de fumar
-¡pues deberías!  Es un vicio terrible
Bueno al menos yo no dependía por completo de su opinión, él me decía que dejará de fumar a cada momento y yo siempre le llevaba la contra, eso me hacia sentir bien, tener una parte de mi vida que de verdad fuera mía, era uno de los mejores regalos que me pudiera dar a mi misma, aunque fuera minúscula la situación y además… quizá si me llevara a la tumba.
-Aún no puedo olvidar el día que me llamaste para pedirme esto…
No era para tanto, aquella tarde discutí con Luis, me fui al bar, bebí unos tragos y dos horas mas tarde estaba llamándole medio ebria al hospital donde era residente, le confesé todo, lo quería, quería estar con él, verlo, sentirlo, entregarme a él, claro que se sorprendió, no cabía de la alegría, dejamos una cita en el aire, pasaron dos años para que la cita se cumpliera. Pero bueno, de alguna manera mantenerlo esperando todo ese tiempo ayudo, así son los hombres, no pueden resistir mucho cuando se trata de sexo, y menos, si yo me había ofrecido como una vil lujuriosa como si se tratara de una de esas líneas telefónicas candentes.
Cuando lo planeábamos nunca resultaba, estaba yo fuera de… de ese lugar horrible y él tenía una llamada de urgencia del hospital, él me esperaba y Luis regresaba de alguno de sus tediosos viajes. Hoy por fin se estaba logrando. Y más nos valía, quizá no tendríamos otra oportunidad, ya no estaba muy segura si valía la pena torturarme de esa manera por un hombre.
-aún no se si esta bien, no quiero mentirle
El torció la boca, jamás mencionábamos su nombre, tan solo nos referíamos a una tercera persona, con ello entendíamos que se trataba de mi “marido”
-estoy loco por ti desde hace años, me perteneces desde antes de su llegada
-te pertenecía, me rechazaste muchas veces, por muchos años, ¿recuerdas el día que me corte el cabello?
-como olvidarlo, no me gusto para nada, me dolió que lo hicieras.
-pues lo hice por ti, ese día me desligue de ti, ese día al cortármelo, corte también ese amor enfermizo que sentía por ti, sabia que te gustaba largo, por eso… me deshice de él.
Me observo unos minutos, pasando sus dedos por mi rostro y mi cuello, por ultimo toco mi cabello.
-pero ya esta largo de nuevo, renació, volvimos a comenzar.
Sus palabras me tocaron el corazón, quite su mano de mi piel y me fui sobre él, lo bese sin cesar, bese desde su frente hasta sus pies, y luego simplemente, deje que se hundiera en mi, me tomo sin juegos, lo hizo sin titubear y con mucha pasión, parecía dolernos, no nos quedamos quietos ni un sólo segundo, entraba y salía, me llenaba de dicha, me vaciaba el dolor, me fui al cielo una, dos, tres veces, rodamos por la cama, me jalo del cabello y yo arañaba su espalda hasta que concluyó, el tratado estaba hecho, el pacto había sido firmado con semen.
Dormimos unas horas, desperté mucho antes que él, me encanto verle ahí, con los cabellos en la cara, desnudo, sujetando mi mano, el sol ya había salido, me vi al espejo, ¡que desastre!  Odiaría que me viera así, entre a la ducha, cuando salí, sin querer tropecé con su pantalón, caí al suelo, me sentí estúpida por ello, mi perfección no me permitía este tipo de errores al caminar, al menos no me había visto. De su ropa salió su celular, la pantalla brillaba, quizá una llamada, no quise ser entrometida, pero lo hice, saque el teléfono, era un mensaje.
No olvides la comida en casa de mis padres
Es un día importante, estoy nerviosa
Trae el vino para el brindis
Te amo… Rosaura.
Rosaura…
Rosaura…
Rosaura…
Caí de nuevo en sus ridículas mentiras, me tejió un mundo maravillosamente perfecto y falso, hoy pediría la mano de esa, no, no debía odiarla, ella no tenia la culpa, esta vez no, ya me canse, me harte de todo, esta sería la última vez que Kaleb se burlaría de mi, después de una vida de ser tratada como basura, ya no, ya no. De mi bolso saque una navaja, la cargaba para defensa personal, la necesitaba, estaba siendo atacada.
Me subí en su cuerpo, lo bese fuertemente, me sonrió, le di los buenos días, todo podía ser perfecto…si no fuera un maldito mentiroso, le regale otro beso… y lo apuñale, le enterré la navaja más de treinta veces, aunque a la séptima ya no se movía.
-maldito seas
Me vestí, y me volví a desvestir, la sangre me había empapado el cabello, el rostro y la blusa, tuve que darme un baño, cuando salí de la ducha me sentía ligera, un peso se había quitado de mis hombros y de mi vida, ya no tenía que ser perfecta, por fin era libre, sonreí mientras lo arropaba entre las cobijas, sonreí mientras me maquillaba, el teléfono timbro de nuevo, claro que no iba a contestar, el numero no estaba registrado, cinco segundos después en la pantalla apareció el icono de mensaje de voz, comenzó a llover, me dio mucho frio, que estuviera más feliz que nunca no quería decir que deseaba morir de una pulmonía, agarre el abrigo de Kaleb, era suave y acogedor, aun olía a él, me sujete el cabello y me puse los lentes, deseaba salir tan anónima como había entrado, pero antes de irme la curiosidad me venció, escuche el mensaje.
Hola Kaleb tu teléfono ya está listo puedes pasar por el en un rato, creo que te tomaste muy enserio eso de no contestar las llamadas ¡eh! Olvide decirle a Rosaura que te llevarías mi teléfono, seguramente ah mandado miles de mensajes, ahora mismo le avisare, adivina hermano, ¡hoy pediré su mano!
¡Me caso! Deséame suerte.
¿No era su teléfono? Podía haberlo dicho… me moje la cara de nuevo, abrí los ojos pensando en mi error, luego  prendí un cigarro en honor a Kaleb, bueno, todo el mundo comete errores ¿no? Ya estaba libre, no tenia tiempo para arrepentirme, quizá después de todo aun debo ser perfecta, o quizá no, en ese momento me di cuenta que el físico no siempre lo es todo, ahora tenia un matrimonio que salvar, una mente que purificar, quizá tener un par de hijos, ser feliz, las cadenas estaban rotas, podía ser yo de nuevo, aunque en realidad no sabia como serlo, jamás había sido solo yo, siempre estaba dispuesta a ocupar un espacio, a llenar las expectativas de alguien, ya tendría tiempo para irme conociendo y amándome, quizá seria yo una magnifica persona, ahí estaba mi nuevo reto.
Salí sin mirar atrás, arropándome contra el duro frio que me azotaba, sujete fuerte mi sombrero con una mano, me fui sonriendo, mis zapatillas iban haciéndome la música de ambientación tic, tic, tic. Camine meneado las caderas de forma graciosa, era la primera vez que me burlaba de mi misma. Estaba dejando atrás a la mujer frívola y superficial, y dejando fuera de mi vida el recuerdo de Kaleb, mi infancia llena de traumas  y  mi noche en aquel lugar del que no podía decir su nombre, podía… mi otra yo había quedado junto con todo lo malo en el “Hotel paraíso”.
10 de Noviembre 2010
















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No sabras si amarla u odiarla..