La noche
Que me volví
Infiel
Cuidado con lo que prometes.
Nancy Castañeda Torres
Kaleb
esperaba recostado en la cama sin ninguna prisa como siempre, risueño y
juguetón, mientras me miraba pasear por
la habitación con nerviosismo, quería entender por qué él podía mantener esa
serenidad cuando yo estaba siendo brutalmente asesinada por la ansiedad. No
había parado de temblar desde el momento en que la puerta se cerro, la puerta
de ese lugar al que odio nombrar, es vulgar, sucio, de lo peor, y sin embargo,
ahí estábamos compartiendo nuestras vidas una vez más.
Esta noche la había imaginado de mil
maneras, aunque en ninguna de ella me moviera más de dos pasos, no podía
recrear en mi mente semejante felicidad. Ahora el día había llegado y salir
corriendo me haría quedar como una niña asustada. No, ya no podía ser la
cobarde que escapa aterrorizada. Eso me
trajo recuerdos, muchos de ellos muy viejos, irónicamente de cuando era niña y
Kaleb, mi vecino era mi mejor amigo. Me puse a recordar las cosas buenas por
las que estaba ahí, y de golpe vinieron a mi mente cientos de imágenes. Mi
cabeza era una computadora programada para mostrar las diapositivas de manera
cronológica. Kaleb de diez años, yo de
seis. Mi vecino, mi mejor amigo, éramos un par de niños sombríos y solitarios,
la clase de personas que consideran “radicales”, la clase de niños que reciben
ofensas, los raros. Para mi suerte mis primeros dos años de primaria el estuvo
ahí, vigilándome, al acecho de cualquiera que se acercará con malas intenciones.
Nadie se metería conmigo mientras Kaleb, el niño más grande y cruel de la
escuela fuera mi mejor amigo.
Lo triste fue cuando él se graduó,
apenas me estaba haciendo a la idea, haciendo planes de supervivencia en
aquella gran escuela cuando mi madre anuncio que nos mudaríamos en sólo tres
semanas. Genial una escuela nueva, sin amigos, ni enemigos, no estaba nada mal eso,
el problema era que estaba sin un mejor amigo. Kaleb paso cada noche de esa
larga espera durmiendo en mi cama sin
que nadie se diera cuenta. Las casas estaban tan juntas que de la manera más
fácil podía entrar y salir. El destino entero estaba de nuestro lado, ¿Qué
podía salir mal? Para esas fechas yo ya tenía ocho años y él doce, suficientes para saber del placer y
la atracción. Estaba dejando de ser mi mejor amigo, para poder ser el amor de
mi vida. Aunque claro había mucha competencia: mencionaba algunas chicas, y
muchas citas, mientras yo le rogaba que me eligiera a mí.
-solo tienes ocho años Marian
-pero voy a crecer, seré como ellas y
podremos casarnos.
-no sirve, eres una niña, lo que deseo
no me lo puedes dar ahora, mejor vete a jugar con tus muñecas- me decía en tono
irónico.
Aquella fue la última noche antes de
mudarnos, y la primera con mis nuevas metas, mi sueño a partir de es golpe tan
profano fue crecer, volverme mujer, maquillarme y usar tacones, tener unas
apetitosas caderas y unos redondos y suaves pechos, añoraba dejar la infancia y
ser una mujer sensual y bella. Cuanto pueden cambiar nuestros sueños entorno a
un hombre, que tontas e ilusas podemos
ser. La casa que dejamos no fue vendida, mis padres quisieron ocuparla como una
casa de campo, la visitaban con frecuencia, yo decidí no volver, no hasta ser
una mujer, no hasta tener un físico diferente, no hasta que llegará la
posibilidad de que Kaleb se enamorara de mi. Soñaba de forma constante ser esa
figura perfecta que todo hombre deseara mientras yo paseaba de la mano con el
hombre que amaba.
Según me decían, él preguntaba por mí
muy a menudo, pero yo no conteste ningún saludo, ninguna llamada, ningún
recado, ni atendí ninguna de sus visitas semestrales. Tenía una promesa, y no
la iba a romper, estaba decidida a cambiar por completo así que nada ni nadie podrían
moverme de mi lugar, mi espíritu no se doblegaría. A los once años aún seguía
con el ridículo cuerpo de una niña, lo
único que crecía era mi intolerancia hacia el tema. Tanto era mi
sufrimiento que usaba un sostén especial
que me hacia lucir “mas grande” mi madre lo noto, yo no excuse nada, ella debía
comprenderme, todas las mujeres somos amigas, todas nos apoyamos y todas
sabemos que haríamos cualquier cosa por amor. Cualquiera.
Sólo un año más y el cambio llego, mi
cuerpo se convirtió en un verdadero templo. Unas piernas largas y hermosas, una
cintura pequeñita que formaba una bomba sexual con mis enormes caderas, y aquel
par de péndulos llamados pechos que hipnotizaban con facilidad a cualquiera.
Era demasiado grande para mi edad, y más que perfecta para mi plan. Así que
aquel año, la promesa se anularía, regresaría a mi antigua casa y Kaleb seria
mio estaba tan excitada con la de ida de pertenecerle que ignore mis verdaderos
deseos, es como si toda mi vida hubiera sido un robot, o una de esas mujeres
musulmanas que nacen para casarse y mueren por hacer feliz a su marido.
-nena, tranquilízate ¿en qué piensas?
Su voz me rompió en mil pedazos por unos
instantes había olvidado que estaba en… ese lugar, con él, a solas ¿Qué podría?…
no ¿qué debería decirle? ¿Debía confesarle que mis traumas se debían a sus
antiguos deseos? ¿Debía decirle la verdad? Como tomaría el hecho de que crecí
sin ningún toque de inocencia y todo lo que era estaba planeado solo por su
aliento, sus besos y sus caricias. ¿Seria capaz de comprenderme?
-nada importante, ¿qué debería pensar?
Se supone que hoy fulminaremos por fin lo que comenzó hace tanto ¿no?
No podía decirle todo lo que sentía,
todo el coraje que había aguantado en mi cuerpo durante tanto tiempo, debía
estar a su altura y fingir que no me importaba. Conservar la actitud arrogante,
verlo hacia abajo, tal como él hacia conmigo, pero pensar en cosas tan
devastadoras hacia que pequeñas arrugas se formaran en mi frente, yo no podía
arrugarme, yo era la diosa de la juventud, si Kaleb notaba esos errores en mi
piel seria capaz de dejarme por una conquista más joven, y eso era otra cosa
que tampoco podía cambiar, podía adelantar mi crecimiento, esperar a ser una
mujer, pero no podía volver a ser una adolecente, eso rompería mi corazón,
respire hondo tratando de calmarme, mi cutis me lo agradecería.
-¿y qué le has dicho a tu esposo?
“Esposo” de nuevo un término difícil,
suficientes eran mis nervios respecto a las expectativas que tuviera sobre mi,
como para añadirle a todo eso la palabra “esposo”. Quien por cierto estaba en
casa viendo televisión, como cada terrible jueves.
-nada, no tengo nada que decirle nada,
es mi vida, además estamos pasando un momento difícil.
Claro que era difícil, él jamás pensaba
en mí, después de 4 años de matrimonio yo era como un dulce echado a perder, en
lugar de endulzarlo comencé a empalagarlo y por acto final fui un molesto
producto lleno de gusanos, portador de larvas, rodeado de moscas. Creía que el
amor podía salvarlo todo, podía echar el mundo a rodar, pero mi matrimonio era
la prueba viviente de que el amor muchas veces solo es algo pasajero como el
viento, mueve cosas pero a veces sólo las deja fuera de lugar.
Caí en la molesta trampa en la que yo
había hecho caer a cientos de hombres, y de forma estúpida me enamoré. Yo, la
que en la juventud había sido una escultural diosa caí rendida ante un idiota misógino,
quién lo hubiera imaginado. Estaba en la cumbre de mi estupidez alcanzando límites
que no conocía, sin embargo mi avance era negativo tal como en el algebra, mientras
más experiencia adquiría más cuenta me daba de las trampas de la existencia,
estaba al borde de la locura. Ya no había tiempo de arrepentirme estaba ya
grandecita para decidir por el hombre que tomaría por esposo, y el “amor” me
guiaba, no podía estar equivocada.
-déjalo, sepárate de él.
¿Separarme? ¿A los 4 años? Mis vecinos, amigas
y familiares se burlarían por meses, seria la comidilla de todos, separarme
ahora era una idea imposible, debería aguantar al menos nueve años como término
medio, algo decente para cualquier matrimonio, o ex matrimonio. Imagínenme a
mi, la mujer perfecta, divorcia antes de tener un hijo siquiera, ese era uno de
los peores pecados para mi santa cabeza, imperdonable, no, no podía hacer eso.
Debía mantener mi matrimonio en alto al menos bajo la vista de los conocidos.
-no puedo dejarlo Kaleb, aún no estamos
tan mal.
Él me miro con esos ojos de niño, con un
aura de amor y ternura, eso deshizo por completo mi nostalgia, inyectándome
directo al corazón todo su dolor, inflamando mi ego, había esperado tanto por
verlo sufrir, y no sufrir por cualquier cosa, si no específicamente por mí,
cualquier otro dolor que él sintiera me lastimaba de igual forma, ha de ser
algo del amor, como el día que su hermana falleció, llore con él sin estar ahí.
Pero hoy, todo era diferente, estábamos
ahí… en ese lugar, listos para fornicar por primera vez tal y como lo había
soñado toda mi vida, él sufriendo por mí, enamorado, devastado por mi indiferencia,
el mismo dolor que sentí yo, cuando me rechazo a los ocho años. En esta vida
todo se paga y después de tanto, le tocaba a él estar abajo, la rueda había
girado, por fin era yo la reina, por fin se había doblado ante mí y yo me
sentía como el más hermoso pavorreal.
-¿recuerdas cuando te confundí con la
nueva novia de tu padre?- apenas podía hablar, la risa le ahogaba la garganta,
esa risa amarga que nunca saldrá de mi cabeza –fue muy gracioso.
-como olvidarlo- suspire fastidiada
Aquello paso cuando estuve lista para
verlo. Cuando mi físico reflejaba a una mujer bien dotada, mi madre había
muerto dos años antes, pero claro las cadenas de Kaleb no me habían permitido
sufrir por ello, mi único objetivo era crecer, mi único interés era volverme
una mujer y casarme con él, eso era todo mi mundo, en eso se había transformado
mi infancia, en el vacio del alma y el superficial físico. Las vacaciones en
las que yo cumplía trece años decidí acompañar de manera sorpresiva a mi padre,
volver a nuestra antigua casa, se sorprendió pero no entendió nada, tampoco
preguntaba, estaba acostumbrado a mi enfermizo silencio que el suponía era un
trastorno psicológico por la ausencia de mamá, de forma lógica le dolía hablar
del tema, al menos así me dejaba en paz pero nunca faltaba alguna razón para
cuestionarme, se le hacía tan extraño que no me interesara ningún chico, siendo
yo tan guapa y no tener novio, tampoco había amigos con los cuales hablara
horas o saliera al cine, él nunca fue capaz de entenderlo, ¿por qué habría de
salir yo con alguien más si tenía a mi eterno enamorado? Era algo tan fácil a
la vista, pero bueno, no siempre las personas tienen esa oportunidad de amar
tan profunda como ame yo, y como me amó Kaleb.
Cuando llegamos a la casa papá me
sugirió visitar a Kaleb, le dije que no, por primera vez insistió.
-ese muchacho no ha hecho otra cosa que
preguntar por ti, y tú como una muchacha malcriada jamás te dignaste a
responderle por ningún medio, anda no seas descortés y ve a saludarle.
- se dará la oportunidad pronto papá,
estaremos aquí un mes, ya veras, ¿que no sabes que la paciencia es
recompensada?
El teléfono timbro, al segundo chirrido
papá levanto la bocina.
-¡hola! Si claro, sí, ahí estaremos,
¿Cómo? No, no vengo solo
Me miro y con los ojos formulo una
pregunta, con los labios le dije
-no, ¡sorpresa!- él lo entendió.
-ya les presentaré a alguien, sí, es
linda- me guiño el ojo- a las ocho entonces, seremos puntuales.
-¿lo ves papá? Ahí está la oportunidad
-sí, me alegra, esa familia siempre tan
amable, pero vaya, ¡no te van a reconocer!
-lo sé, llevemos esto al punto cumbre,
no les digas nada, en la cena yo lo haré, les alegrara mucho.
-es cierto, ahora me arrepiento de ser
tu fiel esclavo, debí mostrarles al menos una fotografía tuya, siempre me la
pedían.
-ya verás porque papá, ya verás.
Iba decidida, esa noche nos volveríamos
novios, ya tenía todo lo que Kaleb pedía y necesitaba. Estaba lista para tener
sexo con él, era eso lo que necesitaba ¿no? Ahora podría llenar su corazón y su
cuerpo, no había manera de que no fuera mio. El plan seguiría, volveríamos a
habitar esa casa, saldría con él todos los días, y cuando fuéramos mayores de
edad, nos casaríamos en una hermosa ceremonia de la cual ya tenia todos los
detalles, el vestido, el jardín, cien invitados, decoración en tonos lavanda y
un enorme pastel de chocolate de tres pisos. Eso es lo que debe hacer una mujer
de su vida, anticiparse a todo lo que pueda venir, sobre todo relacionado con
el matrimonio, para eso nacimos. Bueno, quizá no tanto para eso, pero creo que
es fundamental en la vida de cualquier chica, la planificación nupcial.
Ángel abrió la puerta, el padre de
Kaleb, seguía viéndose como siempre, era exactamente igual a lo que yo
recordaba, con apenas unas canas en la barba, claro, tampoco era tan perfecto.
Saludamos, mi padre no dijo nada, él nunca me desobedecía, Ángel tan discreto
como siempre tampoco abrió la boca. La hora de las presentaciones llegaría
después, todos eran bastante modestos y educados como para preguntar “¿y ella quién
es?”, todo pasaría en el momento debido. Eso si no se comportaban demasiado
bien y en ningún momento preguntaban por mi, quizá entonces brincaría sobre la
mesa y les diría la verdad sumándole que estaba perdida de amor por su querido
hijo.
En la mesa ya sutil y perfectamente preparada estaba Marina, su
esposa, acompañada de seis platos servidos, Kaleb aun no bajaba, repase
mentalmente cuantos éramos, no debería haber una sexta silla, a menos que Kaleb
llevara a una amiga, o peor aún, ¡a su novia!, no imposible, no lo aceptaría,
no podría soportarlo, quizá le rasgaría el vestido y le tiraría de los
cabellos, o saldría de ahí sin decir ni una palabra, por el lado razonable, papá
un comunicador de primera no había mencionado nada de las “novias” de Kaleb,
estaba en un limbo de sufrimiento que no calmaría hasta saber de quien se
trataba, de algo estaba segura, no podría resistir las lágrimas. Así que
encerrada en mí desesperación me dispuse a esperar las noticias, fueran buenas
o malas.
De pronto, sucedió, venia el bajando las
escaleras, más apuesto de lo que podía recordar e imaginar, vestía un pantalón
negro de gala y una camisa blanca sin abrochar por completo, el cabello de un
largo perfecto, rozando los límites de su rostro, miró para saludar, esos ojos
claros y tristes, todos los demás decían que daban miedo, estaban llenos de
odio, yo sólo veía ternura reprimida y mucho dolor, seguro había sufrido mucho
desde la partida de su hermana, quise correr, abrazarlo y besarle los ojos para
que no llorará mas, entonces… llegó
-buenas noches
Sus labios delgados pero rojos
articularon el saludo, su voz se agravo, claro, él también se estaba volviendo
hombre, de nuevo tuve ganas de besarlo al extenderle mi mano, me contuve, aun
no le dije nada, seguía enfadada por lo de su novia. Debía mantenerme rígida,
claro, tenía una postura que defender.
Suspire aliviada, toda la ira salió de
mi cuerpo cuando Marina hizo la oración, y no particularmente por que yo fuera
religiosa, si no por la respuesta que esta me dio, la respuesta al sexto plato
que se mantuvo desocupado, se trataba de una ofrenda especial para Tania, la
hermana de Kaleb que falleció cuando yo tenía nueve años, ni siquiera eso me
hizo volver, mande condolencias con mi padre, si es que eso se puede hacer, me dolió
no asistir, pero de ninguna manera hubiera roto mi promesa de volver hasta ser
una mujer, mi pretexto fue simple, Tania tenia la misma edad que yo, no podía
ver yo ahí, tumbada en una caja de madera a mi mejor amiga.
Kaleb parecía de malhumor, su madre le
hacía señas discretas que obviamente yo detecte, no me miraba, sólo al principio,
una pequeña hojeada pero al parecer no fui la gran cosa para él, por una parte
me parecía estupendo, no era de los que se fijaran en cualquiera, pero
tratándose de mi ya veríamos si seguía así.
Ángel para romper el hielo hizo un comentario sobre mi justo cuando iba
a probar su primer bocado, pensando que si papá se enfadaba él podría fingir
masticar y pensar en algo para compensar su error.
-Cada vez te las consigues más jóvenes
¿no Toño?
Papá se rio, a mí se me atoro la bebida
y casi sale por mi nariz.
-Ángel por dios, no sería capaz, tiene
13 años, ¿Qué no la reconoces? ¿No la reconoce nadie? ¡Es Marian!
Los ojos de Kaleb se abrieron al máximo
soltó los cubiertos y se levanto efusivo.
-¿¡Marian!?
-¿Por qué tan sorprendido Kaleb?
¡Bingo! Una entrada triunfal. Todo mundo
interrumpió la cena para darme un empalagoso abrazo, Kaleb lo hizo con ternura
y gusto, me alegro de verdad notar que aun me quería. Cuando por fin el
terremoto de abrazos paro y nos volvimos a sentar, él fue el primero en hablar.
-No puedo creerlo, ¡por fin volviste!
-no exageres, no fue tanto tiempo
-¿no? Fueron más de cuatro años ¿qué has
hecho en todo este tiempo?
-nada raro, la escuela, el piano
-¿nada raro?- interrumpió papá- es una
cerebrito, cada año gano un diploma al mejor estudiante, medallas de honor,
todo eso.
-¡por favor papá!
-¿que? ¡Es verdad!
Mis ojos fulminantes hicieron que
volviera a su plato, esa noche paso casi todo lo que deseaba que pasara. Kaleb
me llevaba de la mano a su alcoba, alcance a escuchar los cuchicheos de
nuestros padres diciendo que éramos como hermanos.
-relación incestuosa- murmuré
-¿mmm? ¿Dijiste algo?
-nada, nada
-me da gusto que estés aquí, me gusta
verte, estas muy guapa.
-“estas muy guapa” me dijiste aquel día
-¿qué día?
-cuando volví a mi vieja casa, después
de la cena
-claro, no esperaba verte así, tan
crecida, tenias sólo trece años, creí que siempre tendrías cuerpo de niño
Su comentario pudo haber sido gracioso
en cualquier otra ocasión, en cualquier otra persona, menos conmigo, era
hiriente, no debía juzgarme.
-¿éste es el cuerpo de un niño?
Le dije al momento que desabrochaba mi
vestido, iba preparada para ese día, claro, mi físico lucia diferente desde la última
vez que nos vimos, muy diferente, ahora tenía yo 24 años, la noche que volví él
tenía diecisiete años, la edad de la revolución sexual. Ahora era diferente, ya
éramos adultos, él me miro excitado y yo camine seductora hacia su cuerpo, pero
mi mente revoloteaba de regreso a mis trece años, la noche del reencuentro.
Él, en un intento de mostrarme su vida
de una manera tangible saco sus colecciones empolvadas, su ropa, sus dibujos y
muchas fotografías, con sus amigos, con sus familiares, con chicas, muchas
chicas, una diferente en cada fotografía, alrededor de unas veinte vi en todo
el álbum que me mostro, esa vez no sentí celos, cuando hay seguridad no puede
haberlos ¿o sí? Y yo veía con claridad que siendo aun una “niña” era más guapa
que todas ellas juntas.
Comenzaba a aburrirme, no, aburrirme no
es la palabra adecuada, yo no podría pensar en esa palabra cuando estaba con
Kaleb, sólo comenzaba a incomodarme su plática. Como si pudiera leer mis
pensamientos cambio su actitud de niño con su mejor amiga a la de un hombre al
acecho, se desabrocho un botón más de la camisa, se sentó de forma diferente,
reviso su peinado y retoco su loción. Sentía yo un cierto nerviosismo, jamás
había estado con un hombre en ningún aspecto ni contaba con una amiga que me
contara sus experiencias, había visto cientos de películas, pero no se acercaba
ni un poco a lo que estábamos viviendo.
Cuando me advirtió que me robaría un
beso creí que me iba a desmayar, lo que me paso fue mucho peor. Se me subió la
sangre a la cabeza (literalmente) y mi nariz comenzó a sangrar como grifo. Creí
que esas cosas solo pasaban en las caricaturas, como el viejo Roshi en Dragon Ball.
-también recuerdo que te sangro la nariz
Kaleb rio mientras yo besaba su cuerpo,
al parecer estábamos recordando los hechos con la misma precisión, estábamos
sincronizados no había duda, y eso en ese momento me valía un santo cacahuate, era
tan estúpido que se riera mientras me tenia ahí, desnuda, entregándome a él,
era un patán para reírse de esa manera.
-ya sabia que provocaba algo fuerte en
las mujeres pero no sabia que tanto
Me deje caer rendida a la cama
resoplando las groserías que se merecía en forma de aire.
-¿Qué?
No digas que no fue gracioso
-claro que no, había ese momento por
mucho tiempo y mi cuerpo me avergonzó, un cuerpo que yo consideraba perfecto
-relájate Marian, eres muy bella, no
deberías tomar esa actitud tan negativa y perfeccionista sobre tu cuerpo, es
solo físico
Solo físico, solo físico, esas dos
palabras rondaron en mi cabeza miles de veces, la forma en que lo decía él, con
tanta comprensión, hacia que perdiera todo su valor, entonces mi alter ego me
lo recordaba, físico, físico… ¡el físico lo era todo! Todo lo que me
interesaba, todo lo que tenía, todo mi sufrimiento, toda mi espera y todas mis
ilusiones. Mi cuerpo realmente era todo lo que yo poseía, mi única arma, y no
solo mía, creo que todos, solo nos tenemos a nosotros mismos, es la solución a
todo, un lugar en el transporte, halagos, atención inmediata y preferencial y
sobretodo, mi cuerpo era el poder que yo necesitaba para retener a Kaleb a mi
lado.
-no debiste haber dicho eso.
Comencé a vestirme, él se levantó de
prisa y me detuvo, sus ojos me decían todo lo contrario a lo que me decía su
boca. No fue necesario que insistiera, nos fundimos en un beso largo, solté el
vestido y mis zapatillas y me lance sobre su pecho. Pero en mi cabeza seguían
los recuerdos.
Después del patético día del reencuentro
insistí para regresar a nuestra antigua casa, ser de nuevo la vecina de Kaleb
era algo primordial y el segundo paso del plan. Él accedió…con una condición,
regresaríamos cuando terminara la secundaria.
Seis meses volaron, volví a casa, salí
con Kaleb casi a diario, nuestras unidas familias cenaban juntas dos o tres
veces por semana alternando la casa de reunión, cuando nos tocaba ser los
anfitriones me ponía a trabajar todo el día, me lucia con unas cenas
espectaculares, sus padres siempre me adulaban, Kaleb jamás dijo nada, pero sé
que le gustaba, era perfecto, todo lo que yo hiciera lo era.
Por fin a la preparatoria, Kaleb y yo nos
besábamos a escondidas pero nada más, no llegábamos a extremos con nuestros
cuerpos, él sabia que yo era novata y al parecer lo respetaba. Al mismo tiempo,
en la escuela conocí a un chico, realmente me gustaba, era muy apuesto, y yo,
claro que lo podía conseguir. Yo podía tener al hombre que me diera en gana. La
seguridad de tener en casa y en mis manos a mi mejor amigo/próximo novio, me
animo para aceptar salir con el chico nuevo.
La química era perfecta, me encantaba,
en la tercera cita introdujo sus dedos en mi, en la cuarta me hizo sexo oral y
en la sexta tuvimos sexo, no sentí en ningún momento que traicionara a Kaleb,
al contrario, sentía que toda esta experiencia me serviría para atenderlo
mejor, para que disfrutara a una mujer completa, y no una niñata tonta.
A los dos meses de mi noviazgo él se
enteró, tardo bastante por cierto terminó dándole una golpiza, Javier me llamo
esa misma tarde con la voz temblando para terminar conmigo, me dolió, derrame
algunas lagrimas, lo que me ayudo a superarlo fue mi ego, se encontraba en un
punto máximo, Kaleb sentía celos, estaba perdido por mí, buena noticia, punto a
mi favor. Un poco más de una semana paso cuando mi amiguito y yo estábamos en
su cuarto, sus dedos resbalaron dentro
de mi pantalón, lo hizo con delicadeza y aunque yo deseara una intensidad
mayor, no podía decir nada, él cuidaba cada caricia pensando que era
casta, no podía decirle que ya no era
virgen, no ese día.
-aún recuerdo la primera vez que me
dejaste meter mis dedos…hasta el fondo
-que gracioso lo mismo recordaba yo- le
dije sin mentir, claro- me cuidaste mucho
-sabes que no podría lastimarte de
ninguna manera
La ternura retraso aun más el acto, la
noche era larga claro, y yo la disfrutaría al máximo, aunque solo estuviéramos
ahí, respirándonos en los oídos. En ese lugar sin nombre mi Kaleb y yo ya
estábamos jugando sucio, sus dedos me recorrían de norte a sur, su lengua
hurgaba en mi boca, el pasado volvió, el destino quería hacernos recordar todo
por lo que habíamos pasado para recompensarnos.
Y hablando del pasado, cuando entro en
la universidad quedo relativamente cerca del lugar donde yo estudiaba, al salir
solíamos vernos bajo un puente, a veces salía yo primero y en ocasiones él, no
importaba esperar unos minutos, con tal de vernos un rato, pasear tomados de la
mano, abrazarnos y luego de una larga sesión de besos íbamos de regreso a casa.
Una noche sólo dejo de ir, él dijo que las clases se habían recorrido, que
salía muy tarde, nunca me trague ese cuento, sabia que se trataba de otra
chica, ahí fue cuando me di cuenta que a pesar de tener el cuerpo no tenía la
edad ni la experiencia, eso era algo que no podría modificar jamás.
La noche de navidad recibí doble
puñalada, estaba por cumplir dieciséis. Ángel dijo que su hijo tenía algo importante
que decirnos, yo ilusa creí que les confesaría lo nuestro, lo volvería formal,
un par de años de novios y luego la esperada boda, sonreí más alegre que nunca,
busque el vestido más lindo, maquille mi rostro de forma angelical y fui a su
casa, la cena aun no estaba lista, salimos a pasear un rato, ahí comenzó todo,
ese fue el comienzo del fin.
-¿notas algo diferente?
-¿Qué cosa Kaleb?
-tú, se trata de ti, estas… diferente
-¿diferente? – Le dije alzando viendo mi
reflejo en una ventana- no veo nada diferente
-ya te darás cuenta entonces, o alguien
más te lo dirá
No lo hice hablar, ni de eso que estaba
“diferente” ni de la sorpresa, ni de nada, entramos a la casa, sentí la misma
frialdad que el día de mi regreso, esta vez había siete platos ¿Quién más
vendría? Que tonta, no me di cuenta de nada, él se sentó a mi lado como siempre
frente al lugar vacio de su hermana y junto al otro lugar fantasma.
-engordaste- me dijo en un susurro
-¿Qué?
-si, subiste de peso, ese vestido no se
te ve bien, deberías cuidarte más
-no puede…
Mi cara, reflejo innato de la furia le
hizo quedarse callado, busque ese vestido por él, era su color favorito,
morado, y él… sólo me dijo que estaba gorda, que ruin, primer puñal clavado
directo en mi abdomen deformado. Definitivamente debía hacer ejercicio, y cenar
menos, no importa que fuera navidad, una debe cuidarse siempre, sería espantoso
que el amor de mi vida volviera a darse cuenta de mis defectos físicos, sobre
todo estando tan cerca a cumplir nuestros más grandes sueños.
Ya todo estaba listo, la cena había
salido del horno, el vino estaba frio sobre la mesa, los platos en su lugar, no
empezábamos por esperar al estúpido invitado, papá me susurro que me veía
hermosa, al diablo, que importaba lo que dijera él, o lo que dijera todo el
mundo si para Kaleb decía que estaba gorda, entonces era gorda. Sonó el timbre
para mi suerte, Marina salto de prisa para atender, se escuchaba todo hasta el
comedor.
-Hola Laura, que linda estas hoy
-gracias Marina tú también
¿Laura? ¿Tú? Le hablaba de tú, qué clase
de tipa era, su voz era joven, ¿de quién era invitada? Algún familiar, alguna
sobrina o amiga de la oficina, que idiota fui, no me di cuenta y me quede ahí
para ser crucificada sin ninguna piedad.
-buenas noches
Todos saludaron, sólo se levantó Kaleb
-Hola linda, estás radiante
Y la saludo con un beso, no un beso
cualquiera, un beso directo en los labios, un beso que decía mucho, ese beso
decía que tenían mucha confianza, sabrá dios cuanto tiempo llevaban saliendo,
una bandeja de acido me cayó encima, ya no podía escapar, debía soportarlo,
aguantar como si no fuera nada, ella, esa Laura era el alma de la fiesta, sus
chistes y buenos deseos me daban nauseas, yo era perfecta, más perfecta que
ella y había luchado por eso, y ella usurpadora, sólo llegó y se plantó así
como así, maldita garrapata, yo era mejor, la única cosa que la hacia diferente
a mi eran sus “veinte años”.
En un descuido corrí al baño, me seque
los ojos, todos esos años dejaron de tener valor, en ese momento sólo era una
niña desplazada por mujeres. <Tranquila> me decía a mi misma tratando de
consolarme, nada vale la pena, NADA. Vomite la cena, me arregle el peinado, me
aplique labial y fui directo a la zona de guerra, Salí con otra actitud, como
un insaciable demonio, cotilleaba sobre ella, envenenaba comentarios, parecía
más fácil, y lo era, todo al menos antes del brindis.
-papá, mamá, amigos, quiero agradecerles
su apoyo incondicional, su energía para sacarme adelante, los quiero, y los
extrañaré.
Casi se me va una uva por la nariz
¿extrañar? ¿Es que tan pronto se iba a casar? No, no podía ser eso, no debía
ser eso, el tiempo se detuvo y me sentí tan idiota esperando su respuesta, él
me había traicionado de la peor manera,
había jugado con mi corazón, quise comenzar a llorar, quise tomar un
cuchillo y enterrárselo a esa muñequita que me había quitado a mi hombre, pero
sólo me quede ahí, con la misma cara de estúpida que todos los demás.
-¿Qué planeas hijo?
Alivio nivel medio, sus padres tampoco
sabían nada, al menos el golpe sorpresa seria general como me lo imaginaba.
-me voy a estudiar medicina
Solté una risita
-¿medicina? ¿Y la electrónica?
- me equivoque papá, ahora voy a seguir
mi sueño, a mi y a Laura- me rechinaban las orejas cuando la oía nombrar- nos
aceptaron en la facultad, me voy por cinco años para estudiar medicina.
-“me voy 5 años para estudiar medicina”
-¿Qué dices Marian?
De golpe soltó mi cuello que besaba sin
censura.
-eso me dijiste antes de irte
-¿te dolió que lo hiciera?
¿Qué si me dolió? Me destrozo, me marco
para siempre, me dolió mil veces más que su nueva novia Laura, me dolió más que
todas sus novias juntas, conté cada día desde que entro a su nueva carrera, lo extrañé,
lloraba día y noche, sufrí por él y por su abandono, me llamó algunas veces sólo
para saludar o avisar que vendría de visita, yo me revolcaba como un caracol con sal a
causa del sufrimiento emocional que me destruía molécula a molécula. Cuando cumplí
dieciocho me mude con a unas amigas, no
soporte quedarme ahí, en ese lugar donde todo había comenzado y nada había
sucedido. Ambas casas, eran como una maldición, ahí estaba el recuerdo de las
caricias de Kaleb por todo mi cuerpo.
-claro que no, es tu vida, puedes hacer
con ella lo que quieras, además no te equivocaste, ahora tú eres un gran médico
-y tú una gran publicista
-lo sé, además el tiempo nos arreglo,
nos dio nuestro lugar,
-te casaste…
-tenías novia, una carrera a punto de
terminar, no pude esperarte más sin ninguna prueba, sin ninguna ilusión, jamás
me diste una esperanza – de pronto me sentí desprotegida- es decir, yo no sabia
la seriedad de tus planos, tú siempre andabas tomándome tan a la ligera.
-y además me invitaste – fingió no
escucharme.
Eso se lo merecía, claro que si, escogí
la semana siguiente a su graduación. A Luis lo conocí en la universidad, a los diecinueve,
me enamoré como nunca, claro, lo que sentía por Kaleb no era amor, era más,
mucho más. seis meses después nos comprometimos, le pedí a mi padre que lo
guardara en secreto, el día que se graduó de la escuela teórica me puse mis
mejores ropas, asistí a la fiesta sola, me encontré ahí con papá, llegue con
una gran caja dorada y un moño negro, la gente la veía rara, Kaleb sabia que mi
color favorito era el negro, le felicite efusiva, deje el regalo en su mesa y
me marche mientras se tomaba las fotos de graduación con su… novia, los dos
vestidos de blanco, con sus nuevos uniformes de medico, no era la misma de años
antes, esta era un espécimen raro de mujer, Kaleb era alto, atlético, muy
blanco, ella era de estatura baja, robusta, el cabello lacio abajo del hombro, tonta,
ni siquiera lo conocía, él amaba el cabello largo, tan largo como el mío.
-me diste la invitación en una caja de
regalo, que malvada,
-era el complemento de mi regalo
-aun guardo esa fotografía, me encanta
como te ves
-¿sí? ¿Y el libro?
-todo, lo guarde todo
Ya eran las tres de la mañana y aun no
lo hacíamos, el tiempo se nos escapaba en risas y recuerdos, principalmente míos,
no podía creer aun que estuviera ahí, desnuda, junto a él. Sobre todo desnuda,
hacia mucho tiempo no hacia el amor con mi marido, y quiera o no el tiempo no
se detiene, de alguna manera creo que mi cuerpo fue cambiando, madurando, y
quizá perdiendo un poco de fuerza en algún lado, al menos no tenia celulitis,
eso hubiera sido fatal, horroroso, nunca me lo hubiera perdonado, yo debía ser
perfecta y ese tipo de cosas solo aparecían en las mujeres fodongas que no se
cuidaban y no tenían un hombre, eso lo había visto ya mucho en algunas vecinas,
debía ser cierto.
-sepárate, por favor vámonos tú y yo
-Kaleb, eso no serviría, somos muy
diferentes- quise haberle gritado, “si, ¡si! Huyamos – los años nos cambiaron
tanto, ya lo has visto.
-tú eres quien mejor me conoce, sabes
todo de mi, adivinas como me siento con solo verme
-y tú no me conoces nada, soy
caprichosa, superficial, manipuladora, celosa, exijo demasiado
-no olvides enojona…
-sí, eso también
-¿y yo no soy exactamente igual?
-no lo soportarías
Nos quedamos en silencio, de mi bolsa
tumbada en el suelo saque un cigarro, hice énfasis en él cuando lo tenia en la
boca apunto de prenderlo.
-además odias el cigarro, y yo, sabes
que no puedo dejar de fumar
-¡pues deberías! Es un vicio terrible
Bueno al menos yo no dependía por
completo de su opinión, él me decía que dejará de fumar a cada momento y yo
siempre le llevaba la contra, eso me hacia sentir bien, tener una parte de mi
vida que de verdad fuera mía, era uno de los mejores regalos que me pudiera dar
a mi misma, aunque fuera minúscula la situación y además… quizá si me llevara a
la tumba.
-Aún no puedo olvidar el día que me
llamaste para pedirme esto…
No era para tanto, aquella tarde discutí
con Luis, me fui al bar, bebí unos tragos y dos horas mas tarde estaba
llamándole medio ebria al hospital donde era residente, le confesé todo, lo quería,
quería estar con él, verlo, sentirlo, entregarme a él, claro que se sorprendió,
no cabía de la alegría, dejamos una cita en el aire, pasaron dos años para que
la cita se cumpliera. Pero bueno, de alguna manera mantenerlo esperando todo
ese tiempo ayudo, así son los hombres, no pueden resistir mucho cuando se trata
de sexo, y menos, si yo me había ofrecido como una vil lujuriosa como si se
tratara de una de esas líneas telefónicas candentes.
Cuando lo planeábamos nunca resultaba,
estaba yo fuera de… de ese lugar horrible y él tenía una llamada de urgencia
del hospital, él me esperaba y Luis regresaba de alguno de sus tediosos viajes.
Hoy por fin se estaba logrando. Y más nos valía, quizá no tendríamos otra
oportunidad, ya no estaba muy segura si valía la pena torturarme de esa manera
por un hombre.
-aún no se si esta bien, no quiero
mentirle
El torció la boca, jamás mencionábamos
su nombre, tan solo nos referíamos a una tercera persona, con ello entendíamos
que se trataba de mi “marido”
-estoy loco por ti desde hace años, me
perteneces desde antes de su llegada
-te pertenecía, me rechazaste muchas
veces, por muchos años, ¿recuerdas el día que me corte el cabello?
-como olvidarlo, no me gusto para nada,
me dolió que lo hicieras.
-pues lo hice por ti, ese día me
desligue de ti, ese día al cortármelo, corte también ese amor enfermizo que
sentía por ti, sabia que te gustaba largo, por eso… me deshice de él.
Me observo unos minutos, pasando sus
dedos por mi rostro y mi cuello, por ultimo toco mi cabello.
-pero ya esta largo de nuevo, renació,
volvimos a comenzar.
Sus palabras me tocaron el corazón,
quite su mano de mi piel y me fui sobre él, lo bese sin cesar, bese desde su
frente hasta sus pies, y luego simplemente, deje que se hundiera en mi, me tomo
sin juegos, lo hizo sin titubear y con mucha pasión, parecía dolernos, no nos
quedamos quietos ni un sólo segundo, entraba y salía, me llenaba de dicha, me
vaciaba el dolor, me fui al cielo una, dos, tres veces, rodamos por la cama, me
jalo del cabello y yo arañaba su espalda hasta que concluyó, el tratado estaba
hecho, el pacto había sido firmado con semen.
Dormimos unas horas, desperté mucho
antes que él, me encanto verle ahí, con los cabellos en la cara, desnudo,
sujetando mi mano, el sol ya había salido, me vi al espejo, ¡que desastre! Odiaría que me viera así, entre a la ducha,
cuando salí, sin querer tropecé con su pantalón, caí al suelo, me sentí
estúpida por ello, mi perfección no me permitía este tipo de errores al
caminar, al menos no me había visto. De su ropa salió su celular, la pantalla
brillaba, quizá una llamada, no quise ser entrometida, pero lo hice, saque el
teléfono, era un mensaje.
No olvides la comida en
casa de mis padres
Es un día importante,
estoy nerviosa
Trae el vino para el
brindis
Te amo… Rosaura.
Rosaura…
Rosaura…
Rosaura…
Caí de nuevo en sus ridículas mentiras,
me tejió un mundo maravillosamente perfecto y falso, hoy pediría la mano de
esa, no, no debía odiarla, ella no tenia la culpa, esta vez no, ya me canse, me
harte de todo, esta sería la última vez que Kaleb se burlaría de mi, después de
una vida de ser tratada como basura, ya no, ya no. De mi bolso saque una
navaja, la cargaba para defensa personal, la necesitaba, estaba siendo atacada.
Me subí en su cuerpo, lo bese
fuertemente, me sonrió, le di los buenos días, todo podía ser perfecto…si no
fuera un maldito mentiroso, le regale otro beso… y lo apuñale, le enterré la
navaja más de treinta veces, aunque a la séptima ya no se movía.
-maldito seas
Me vestí, y me volví a desvestir, la
sangre me había empapado el cabello, el rostro y la blusa, tuve que darme un
baño, cuando salí de la ducha me sentía ligera, un peso se había quitado de mis
hombros y de mi vida, ya no tenía que ser perfecta, por fin era libre, sonreí
mientras lo arropaba entre las cobijas, sonreí mientras me maquillaba, el
teléfono timbro de nuevo, claro que no iba a contestar, el numero no estaba
registrado, cinco segundos después en la pantalla apareció el icono de mensaje
de voz, comenzó a llover, me dio mucho frio, que estuviera más feliz que nunca
no quería decir que deseaba morir de una pulmonía, agarre el abrigo de Kaleb,
era suave y acogedor, aun olía a él, me sujete el cabello y me puse los lentes,
deseaba salir tan anónima como había entrado, pero antes de irme la curiosidad
me venció, escuche el mensaje.
Hola
Kaleb tu teléfono ya está listo puedes pasar por el en un rato, creo que te
tomaste muy enserio eso de no contestar las llamadas ¡eh! Olvide decirle a
Rosaura que te llevarías mi teléfono, seguramente ah mandado miles de mensajes,
ahora mismo le avisare, adivina hermano, ¡hoy pediré su mano!
¡Me
caso! Deséame suerte.
¿No era su teléfono? Podía haberlo
dicho… me moje la cara de nuevo, abrí los ojos pensando en mi error, luego prendí un cigarro en honor a Kaleb, bueno,
todo el mundo comete errores ¿no? Ya estaba libre, no tenia tiempo para
arrepentirme, quizá después de todo aun debo ser perfecta, o quizá no, en ese
momento me di cuenta que el físico no siempre lo es todo, ahora tenia un
matrimonio que salvar, una mente que purificar, quizá tener un par de hijos,
ser feliz, las cadenas estaban rotas, podía ser yo de nuevo, aunque en realidad
no sabia como serlo, jamás había sido solo yo, siempre estaba dispuesta a
ocupar un espacio, a llenar las expectativas de alguien, ya tendría tiempo para
irme conociendo y amándome, quizá seria yo una magnifica persona, ahí estaba mi
nuevo reto.
Salí sin mirar atrás, arropándome contra
el duro frio que me azotaba, sujete fuerte mi sombrero con una mano, me fui
sonriendo, mis zapatillas iban haciéndome la música de ambientación tic, tic,
tic. Camine meneado las caderas de forma graciosa, era la primera vez que me
burlaba de mi misma. Estaba dejando atrás a la mujer frívola y superficial, y dejando
fuera de mi vida el recuerdo de Kaleb, mi infancia llena de traumas y mi
noche en aquel lugar del que no podía decir su nombre, podía… mi otra yo había
quedado junto con todo lo malo en el “Hotel paraíso”.
10 de Noviembre 2010